Ciencia y Sociedad

Friday, May 13, 2011

"MI PUEBLO DURANTE LA REVOLUCIÓN" Y EL ESPECTRO DEL … HAMBRE.

La presentación de la 2ª edición de los libros del INAH "Mi Pueblo durante la Revolución" coordinados por la amiga Alicia Olivera Sedano tuvo lugar el día de ayer a las 19 horas; en la sede de la "Dirección de Estudios Históricos" del INAH, en Tlalpan, con auditorio lleno y varios analistas, se desarrolló el evento con mucho éxito.

Cuatro historiadores, bajo presidencia de la Directora y la participación efímera del quizá sobreviviente "testimonio" vivo de la obra, se analizó la importancia de la única historia de los "revolucionados" en este país. Las múltiples visiones, acciones y reacciones del "pueblo llano" en el conflicto, se estudiaron cuidadosamente, así como la trascendencia de algunos de los testimonios en el arte de sobrevivir en la terrible gesta mexicana de 1910 a 1920. Fue una confrontación donde 100,000 revolucionarios versus 30,000 fieles al sistema gubernamental "revolucionaron" al resto de la población del país -unos 15,000,000 de habitantes- en ese entonces.

No es posible reproducir aquí el contenido de más de 600 páginas con fotografías y textos –no son cuentos, son relatos- que incluyen las páginas de los tres volúmenes de la obra, pero sí transcribiremos trozos del texto que se llama "El Hambre" tomado del primer volumen; en este relato una niña "revolucionada", mi madre, de pequeña, -como ¿miles? ¿millones? de otros niños- sale de su casa a recolectar quelites silvestres en los baldíos para alimentar a sus varios hermanos pequeños y padres, que vivían estrecheces y penurias…Este ejemplo representa fielmente las condiciones de la hambruna prevalecientes en los años de la Revolución Mexicana; este caso, con otros semejantes, le valió ser representado en los "audios" dramatizados que produjo para el caso el Instituto Mexicano de la Radio –IMER- en su serie "Reencuentros con la Historia" de 1987,

El Hambre, página 55 del 1er tomo.

"Tocó a mi madre sufrir las angustias de ver a su mamá rodeada de menores que alimentar y que atender, pero careciendo de todos los medios para ello. El diario observar esta pena la llevó a tomar una decisión: salía de casa casi todos los días de ciertos meses del año, muy de mañana a recorrer las afueras de la colonia Roma, hacia el sur y que en ese entonces era campo abierto. Ahí recogía quelites o quintoniles que llevaba religiosamente a la mesa de su hogar. Una tarde, al regresar con su morral repleto de verduras, y sin saberlo, el hambre y la muerte se cruzaron en su camino. A la vuelta de una esquina vio a una turba correr rumbo a su barrio, cien o doscientas personas airadas y vociferantes se apiñaban a la entrada de la casa amarilla con el portón de madera, por donde ella pasaba diario de regreso a casa "¡Comida, comida! ¡Harina, maíz! ¡Abajo los gachupines acaparadores!", gritaba la multitud…Recordaba que ante sus ojos de niña los hechos se sucedieron con gran rapidez. Alguien había delatado a los gachupines de la casa amarilla como "acaparadores", puesto que ya desde tiempo atrás se sospechaba que tenían en su poder costales repletos de arroz, harina, frijol y azúcar…Su tienda mucho tiempo ha cerrada, había sido tapiada y sin embargo todos en la casa de los gachupines, anexa a la tienda, continuaban saludables; se les veía coloraditos, alegres…que raro, pues todos los demás del barrio están demacrados y tristes…Su mente aún recordaba los gritos de aquella multitud enardecida cuando arremetió con piedras y empujó el portón gritando a viva voz, mientras los gachupines desde la azotea disparaban hacia el montón..."

"Los disparos, recordaba, la sacaron de su asombro, pudo ver finalmente, como en medio de gritos, empellones y súplicas, la gente sacó arrastrando los costales y arremetieron todos contra los objetos de la casa y hasta con sus moradores. Si se encontró comida… ¡y mucha! Un doble piso hacía las veces de bodega. La violencia y el griterío aumentaron, y después cesó, sin poder apartar la vista del lugar y paralizada por una mezcla de terror y curiosidad, con sus ojos de niña, mi madre vio cómo quedaron tirados en esa calle cuatro o cinco cadáveres mezclados con frijol y azúcar regados en el suelo. Unos viejitos jalaban los cadáveres de los pies para poder recoger más desperdicios de comida…"

"Finalmente ella pudo continuar su camino; llegó a casa y vació su morral en la cocina. Me dijo que sin chistar y a pesar del hambre, se retiró a su cuarto por el resto del día. Por alguna razón que no alcanzaba a comprender, en esa ocasión no quiso probar bocado…"

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p.s. Agradezco sobremanera a mi amiga la Sra. Dulce María Baizabal me haya llevado en su auto hasta el evento referido arriba; ella y yo estamos celebrando 40 años de amistad. Lo agradezco adicionalmente porque ya no veo ni oigo satisfactoriamente del lado izquierdo de mi cuerpo...